Historia del Festival Internacional de Fotografía de Bogotá que llega al Politécnico Grancolombiano
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Cuando una revista cierra, la película no termina: cambia de acto. Así nació el MASTERCLASS Festival Internacional de Fotografía de Bogotá, como respuesta creativa a la crisis de los medios impresos que puso fin a Enfoque Visual, la revista especializada que durante casi dos décadas unió a industria y creadores en Colombia. Su fundador cuenta que fueron 47 ediciones y más de 25.000 ejemplares circulando por el país; después, el vendaval global contra el papel obligó a tomar una decisión. “De la calamidad surge la oportunidad”, resume. Y esa oportunidad tomó forma de escenario de capacitación profunda: un masterclass que, con el tiempo, se convirtió en festival.
Ser gestor cultural es un salto de fe en cada momento.
Un festival con memoria: 20 años de vínculos, 8 años de evolución
El festival no apareció de la nada: heredó relaciones con autores, empresas, universidades y comunidad. Ese tejido —construido desde 2006— permitió que el “masterclass” creciera con identidad propia. El nombre se quedó porque la gente lo adoptó: “el masterclass de fotografía, el de Bogotá”. Y su alcance se amplió al ritmo de la imagen contemporánea.

Hoy el evento no solo convoca a fotógrafos: realizadores audiovisuales y creadores de contenido son parte esencial de la programación. La imagen, dice su fundador, ya no cabe en una sola etiqueta. “La fotografía nos quedó chiquita hace rato”. Por eso, el festival expande su mirada: de la foto artística a la narrativa audiovisual y a los lenguajes que dominan la cultura digital.
La imagen es transversal: le pertenece a la humanidad.
El Politécnico como escenario vivo
La octava edición marca un punto de inflexión: por primera vez, el festival se despliega en un campus universitario. ¿Por qué? Porque la universidad multiplica los espacios de aprendizaje: auditorios, salones, laboratorios, estudios, zonas exteriores. Durante tres días, el Politécnico Grancolombiano abrirá seis espacios académicos activos con 50+ actividades cada uno: conferencias magistrales, talleres, revisiones de portafolios, industria y networking.
El objetivo es claro: democratizar el acceso a referentes, metodologías y oportunidades, y fortalecer el ecosistema visual del país desde un lugar natural para el conocimiento.
Sostenibilidad, familia y fe: la otra columna vertebral
Detrás del cartel internacional hay un modelo autosostenible. La apuesta fue no depender de una sola fuente de financiación: articular recursos propios, privados y públicos sin que la caída de una pieza derrumbe el proyecto. La empresa es familiar; trabajar con esposa e hijos suma compromiso y riesgo. El antídoto, cuenta, ha sido la espiritualidad: una paz “sostenible” para atravesar quiebras, pandemias y reconfiguraciones.
“Nada es para siempre: ni lo bueno ni lo malo. La incomodidad es la que te mueve.”
Comunidad todo el año: club, universidades y escucha activa
El festival no se enciende solo tres días. Late durante el año con el Club Fotográfico de Bogotá, un encuentro mensual de más de cien personas; y con el programa Masterclass en la U, orientado a proyectar talento universitario. La pedagogía es de doble vía: además de compartir conocimiento, el equipo pregunta y escucha a estudiantes y públicos qué desean ver —del blanco y negro a la dirección de arte— y ajusta la curaduría a esas señales.
Bogotá y más allá: descentralizar para fortalecer el ecosistema
El siguiente horizonte es sacar la fotografía de la capital. El equipo ya trabaja en alianzas en la Costa Atlántica y otras regiones. No se trata de competir, sino de sumar escenarios para que Colombia sea un mapa de festivales y encuentros, como ocurre en países donde cada ciudad respira cultura visual. “Un solo festival no alcanza para demostrar que se puede vivir de las artes visuales”.
Invitados que marcan época (y lo que viene)
Este 2025, Bogotá recibe a Eugenio Recuenco, creador hispano de estética cinematográfica y dirección de arte contundente; un nombre que, por sí mismo, eleva el estándar de la escena local. La proyección es incorporar cada vez más directores de fotografía de cine: mentes que determinan cómo se siente una historia en pantalla. La ambición es clara: traer referentes mundiales y encender vocaciones y oficios alrededor de la imagen, aquí mismo.



