Álvaro Uribe renuncia a la prescripción de su caso: ¿Qué significa y cuál es su impacto?
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¿Qué significa que un caso prescriba en derecho penal?
En derecho penal, la prescripción de un caso (o de la acción penal) significa que, tras cierto tiempo establecido por la ley sin que haya una sentencia firme, el Estado pierde la facultad de seguir investigando o sancionando el delito. En otras palabras, si un delito prescribe, se extingue la responsabilidad penal del acusado y ya no podrá ser condenado por ese hecho. Esto implica que la persona no enfrentará las consecuencias legales ni la pena del delito, debido únicamente al paso del tiempo. La prescripción busca evitar procesos indefinidos y garantizar la seguridad jurídica, estableciendo plazos máximos para que se dicte sentencia. Si el Estado no logra una sentencia dentro de ese plazo, el caso queda cerrado por prescripción (es decir, por vencimiento de términos).
Ejemplo sencillo: imagina que la ley dice que cierto delito prescribe en 5 años. Si pasa ese tiempo desde que ocurrió el delito (o desde la última actuación judicial significativa) sin una sentencia definitiva, el caso ya no puede continuar y el acusado no puede ser condenado por ese delito. Esto no significa que el acusado sea declarado inocente, sino que el proceso termina sin un veredicto por cuestión de tiempo. En muchos sistemas jurídicos (como el colombiano), los plazos de prescripción varían según la gravedad del delito: delitos más graves tienen plazos más largos antes de prescribir, y ciertos delitos muy graves (como crímenes de lesa humanidad) no prescriben nunca por su impacto.
El caso de Álvaro Uribe: contexto y fecha de prescripción
El expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez enfrenta un proceso penal por supuesta manipulación de testigos y fraude procesal. Este caso inició hace más de una década y ha sido altamente complejo. El 28 de julio de 2025, una jueza de Bogotá (Sandra Liliana Heredia, Juzgado 44 Penal) condenó a Uribe en primera instancia a 12 años de prisión domiciliaria por estos delitos. Fue un hecho histórico, pues es la primera vez que un expresidente colombiano es condenado penalmente tras un juicio. Sin embargo, Uribe apeló ese fallo, insistiendo en su inocencia y señalando supuestas irregularidades en la valoración de las pruebas. Durante la apelación, el Tribunal Superior de Bogotá le concedió la libertad provisional (levantando el arresto domiciliario) mientras se resuelve la segunda instancia.

Ahora bien, aquí entra el tema de la prescripción: según la ley colombiana, la acción penal en este caso tenía un plazo límite hasta el 16 de octubre de 2025 para que hubiera una sentencia definitiva en segunda instancia. Si para esa fecha no existía un fallo en firme, el proceso iba a prescribir, es decir, se extinguiría la acción penal y Uribe quedaría libre de esa condena por pura expiración del tiempo. De hecho, a finales de agosto de 2025 faltaba menos de dos meses para llegar a ese plazo fatal, lo que generaba un sentido de contrarreloj en el Tribunal: los magistrados estaban trabajando bajo presión para revisar miles de páginas de expediente antes de la fecha límite y evitar que el caso prescribiera.
¿Qué permite el artículo 85 del Código Penal colombiano?
El artículo 85 del Código Penal de Colombia trata sobre la renuncia a la prescripción. Esta norma permite que un procesado renuncie al beneficio de la prescripción de la acción penal. En otras palabras, el acusado puede decidir voluntariamente “ceder” ese derecho que le permitiría cerrar el caso por tiempo vencido. Uribe, en este caso, hizo uso de esa figura legal presentando una solicitud formal ante el Tribunal.
Según el artículo 85, si el procesado renuncia a la prescripción, el proceso puede continuar más allá del tiempo originalmente establecido, pero no indefinidamente. La misma norma establece un límite: “si transcurridos dos (2) años contados a partir de la fecha en que habría operado la prescripción no se ha proferido decisión definitiva, se decretará la prescripción”. En términos sencillos, esto significa que al renunciar, se “extiende” el plazo máximo en 2 años adicionales.
Entonces, ¿se reinicia el tiempo o cómo funciona? No es que se vuelva a contar desde cero todo el plazo original, sino que se añade un periodo extra de hasta dos años. Para el caso de Uribe: la acción penal debía prescribir el 16 de octubre de 2025; con la renuncia, si el Tribunal Superior no ha dictado la sentencia de segunda instancia antes del 16 de octubre de 2027, entonces ahí sí el caso prescribiría definitivamente por mandato legal. En resumen, Uribe ha dado permiso a que el proceso continúe más allá de 2025, pero a más tardar hasta 2027, esperando que en ese lapso exista ya un fallo en firme en la apelación.

📝 Nota: Para que la renuncia surta efecto formal, los magistrados deben aceptarla dentro del proceso. Usualmente, primero deberían constatar que en efecto se iba a cumplir el plazo de prescripción y luego oficializar la renuncia presentada. En este caso, es previsible que el Tribunal acepte esa renuncia, liberándose así de la presión de la fecha límite de 2025.
¿Por qué dejar prescribir un caso es considerado "el camino fácil"?
Muchas voces en Colombia se refirieron a la posibilidad de que Uribe dejara prescribir su caso como “el camino fácil” o “camino corto” para él. ¿Por qué? Porque si el proceso prescribía en octubre de 2025, Uribe habría evitado cualquier riesgo de condena definitiva sin necesidad de ganar el caso en segunda instancia. Dejar que un caso caduque por tiempo es, en cierto modo, una forma sencilla de eludir un fallo condenatorio: el acusado no es declarado culpable, pero tampoco se comprueba su inocencia ante un juez, simplemente el proceso termina por aspectos procedimentales. Para el acusado esto es claramente ventajoso, pues se extingue la acción penal y no recibe pena alguna.
En el caso de Uribe, la ley le ofrecía esa salida expedita: él mismo reconoció en su carta que la normativa le daba “un camino corto y sencillo para salir de este tortuoso proceso”, es decir, la prescripción inminente de octubre. Muchos lo veían como "lo más fácil" para él, porque implicaba no arriesgarse a un resultado adverso. Incluso sus aliados admiten que acogerse a la prescripción habría sido lo más cómodo: “la ley me otorga un camino corto y sencillo (...) no puedo aceptarlo”, escribió Uribe, rechazando tomar esa vía.
Además, dejar que el caso prescribiera le daba a Uribe una ventaja judicial importante hasta ese momento. ¿Por qué? Porque el Tribunal, sabiendo que el plazo vencía, estaba trabajando a contrarreloj para revisar la apelación antes de octubre. Esto podía jugar a favor de la defensa, ya que los jueces tendrían muy poco tiempo para analizar más de 1.100 páginas de sentencia de primera instancia y 900 de apelación. En una carrera contra el tiempo, aumenta el riesgo de errores o de no alcanzar a considerar todos los argumentos. Si el Tribunal no lograba fallar a tiempo, Uribe quedaría libre por simple expiración del término, sin necesidad de ser absuelto en méritos. En palabras de un artículo de prensa, la prescripción le “sin duda, le generaba una ventaja judicial” a Uribe, ya que, ante la inminencia del vencimiento, era el Estado (los jueces) el que tenía la presión encima.
Resumiendo: “prescribir un caso” es el camino fácil para un acusado porque evita la sentencia por medio de un tecnicismo de tiempo, garantizándole que no habrá condena. Es como ganar por W un partido, sin jugar el último tramo. Por eso se le llama también “salida por tecnicismo” más que por demostrar inocencia o culpabilidad.

Consecuencias legales de la renuncia:Escenarios posibles tras la renuncia
Con la continuidad del proceso, existen principalmente dos escenarios legales para Álvaro Uribe:
Escenario 1: Que en segunda instancia el Tribunal revoque la condena y lo absuelva (total o parcialmente). En tal caso, Uribe quedaría exonerado de los cargos, reivindicando su proclamada inocencia.
Escenario 2: Que el Tribunal confirme (o incluso agrave) la condena de 12 años de prisión domiciliaria. En ese caso, Uribe tendría una sentencia firme en contra, lo cual sería un duro golpe judicial para él.
Cabe notar que, incluso si el Tribunal confirmara la sentencia condenatoria, Uribe todavía podría intentar recursos extraordinarios (como una casación ante la Corte Suprema, si procediera). Sin embargo, ya con una segunda instancia en firme, el aspecto penal quedaría definido para efectos prácticos.
En ambos escenarios, el hecho de haber renunciado a la prescripción será relevante: si es absuelto, podrán decir que “enfrentó la justicia hasta limpiar su nombre”; si es condenado, él habrá asumido esa consecuencia por buscar la verdad hasta el final (aunque obviamente ese resultado sería aprovechado por sus opositores).
Impacto político y electoral de esta decisión de cara al 2026
La renuncia a la prescripción no sólo tiene implicaciones jurídicas, sino también un fuerte impacto político en Colombia, especialmente de cara a las elecciones de 2026. Álvaro Uribe es el fundador y líder natural del partido Centro Democrático (derecha), y aunque no ocupa actualmente un cargo público, sigue siendo una figura central en la política colombiana. Incluso durante su detención domiciliaria y ahora en libertad, ha mantenido una intensa actividad política relacionada con las elecciones legislativas y presidenciales de 2026, orientando a sus compañeros de partido y participando en la selección de candidatos. Veamos cómo su situación judicial podría afectar el panorama electoral:
- Reacciones y narrativa en la derecha (uribismo): En el sector político afín a Uribe, su renuncia a la prescripción ha sido presentada como un acto de honor y transparencia. Varios líderes de derecha elogiaron la decisión, viéndola como un gesto que “dignifica la política en Colombia”. Por ejemplo, la senadora María Fernanda Cabal (precandidata presidencial por el Centro Democrático) afirmó que “con valentía y honor el presidente Álvaro Uribe renunció al camino fácil de la prescripción para someterse al juicio de la verdad. Ese es el gesto que distingue a un gran líder”
semana.com. Este respaldo indica que el uribismo usará la imagen de Uribe enfrentando la justicia de frente como bandera electoral, para aglutinar a sus bases. Muchos seguidores sienten que Uribe está siendo víctima de una injusticia y ahora ven confirmada su confianza en él, por no “escapar” del proceso. Un analista señalaba que con esta movida Uribe “desarma a los contradictores” que lo acusaban de dilatar el caso, transformándose él en un ejemplo de lealtad al sistema de justicia. Esto podría potenciar la moral e indignación del electorado de derecha, generando mayor cohesión en torno a su partido y sus candidatos. De hecho, se espera que Uribe, libre de ataduras legales inmediatas, participe activamente en campaña apoyando al candidato de su partido en 2026, lo que puede atraer votos de sus seguidores más leales.
- Reacciones y efecto en la oposición (izquierda y otros sectores): Desde la otra orilla política, la noticia se ha tomado con mesura pero también con suspicacia. El senador Iván Cepeda, quien es la víctima denunciante en el caso Uribe y ahora precandidato presidencial del Pacto Histórico (izquierda), calificó como “positiva” la renuncia de Uribe porque permite que haya un fallo de segunda instancia. Sin embargo, Cepeda advirtió que no se debe dar “teatralidad” al asunto, sugiriendo que la decisión de Uribe tiene cálculos políticos y buscando restarle heroicidad al gesto. Dijo irónicamente: “Ni más faltaba que el expresidente no hubiera hecho una operación de sumas y restas”, insinuando que Uribe obviamente evaluó ventajas y desventajas antes de renunciar. En círculos cercanos al gobierno de izquierda, se interpreta que Uribe quiere evitar que el cierre por prescripción se convirtiera en tema de campaña; es decir, prefiere que el caso siga para no darle a la izquierda la oportunidad de decir que se “salvó por tecnicismos”. Algunos críticos más duros, como el abogado Miguel Ángel del Río (representante de un testigo clave contra Uribe), tildaron la renuncia de “teatro” y “cálculo político” hecho para que el proceso no influya negativamente en las elecciones que vienen. En resumen, los detractores reconocen el efecto político de la movida y procuran neutralizarlo, presentándola no tanto como acto de nobleza sino como jugada estratégica de Uribe para beneficio electoral.
- Polarización y debates en campaña: El caso Uribe ya de por sí tenía polarizada a la opinión pública, y lo seguirá estando. Cada bando utilizará este episodio como símbolo para sus narrativas electorales. Desde el gobierno y la izquierda, probablemente se insistirá en que “nadie está por encima de la justicia” y en que el proceso a Uribe demuestra independencia judicial (quizás recordando otros casos pendientes de la era Uribe, como los “falsos positivos”, para pedir también justicia allí). Desde la derecha, se reforzará la idea de que “Uribe es un perseguido político que aun así confía en la justicia” y que este Gobierno ha usado el sistema judicial para acosar a opositores. Esta dinámica podría intensificar la polarización durante la campaña de 2026, llevando a debates encendidos sobre si el fallo (cuando llegue) es “justo o injusto” según la postura ideológica. De hecho, analistas prevén un escenario de victimización vs. reivindicación: el uribismo capitalizando un sentimiento de agravio hacia su líder, y el petrismo (la izquierda) usando la causa judicial como ejemplo de que la ley alcanza a todos.
- Efecto en las votaciones de 2026: A menos de un año de las presidenciales (que serán en mayo 2026), el caso Uribe se entrelaza con el clima electoral. Expertos sugieren que la derecha podría repuntar en las preferencias electorales impulsada por el juicio del expresidente y la indignación/percepción de persecución en su contra. Ya hay varias precandidaturas en el Centro Democrático (como la de Cabal u otros) y la figura de Uribe, moralmente revitalizada por esta decisión, podría unificar a los votantes de derecha tras un candidato único fuerte. Por otro lado, en la izquierda, el senador Iván Cepeda emerge como posible candidato llevando las banderas del petrismo, y sin duda seguirá recordando las acusaciones contra Uribe para movilizar a su base. En cualquier caso, el “caso Uribe” será un tema de campaña. Si antes muchos pensaban que Uribe estaría políticamente fuera de juego por su proceso, ahora ocurre lo contrario: con la renuncia a la prescripción él vuelve al centro del ring político. De hecho, El Tiempo reportó que esta decisión de facto “recobra su rol político de cara a las presidenciales”, pues ya no está marginado por lo judicial
En conclusión, la renuncia de Álvaro Uribe a la prescripción de su caso tiene un significado jurídico claro (priorizar una resolución de fondo sobre una terminación por tiempo) y también enormes repercusiones en la esfera pública. Para los jóvenes que siguen este tema: estamos viendo un capítulo donde derecho y política se entrelazan. Por un lado, se ilustra un concepto legal complejo (la prescripción y su renuncia) de manera muy concreta. Por otro lado, se evidencia cómo las decisiones judiciales de un líder pueden influir en el juego electoral. Habrá que estar atentos al desarrollo del proceso en los próximos meses, pues su desenlace (o su mera prolongación) podría moldear el panorama de las elecciones de 2026 en Colombia, un país donde la figura de Uribe sigue generando pasiones y divisiones profundas.




