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El profesional en la sociedad de la corrupción

Si cada uno de nosotros reflexionara sobre el tipo de formación prometida en el colegio y la universidad, encontraríamos un común denominador: educación integral. La educación integral se comprende como el desarrollo de competencias científicas al mismo nivel de desarrollo de competencias socio-humanísticas en el estudiante. Una persona que cuente con excelentes bases en su campo de conocimiento y con una adecuada estructura de valores, es el “resultado” del proceso de formación.

Habitualmente, se piensa que los egresados e instituciones educativas demuestran su éxito en este tipo de formación a través de las pruebas de conocimientos. Sin embargo, como su nombre lo señala, estas pruebas solo miden el aprendizaje de los conceptos con los que debe cumplir un egresado para llegar a cierto nivel de excelencia, pero no miden las implicaciones de la puesta en práctica de esos conocimientos en situaciones complejas. En el mejor de los casos, el estudiante responde a una situación hipotética y responde a ella –posiblemente- pensando en el puntaje que le otorga la respuesta seleccionada sin hacer un llamado exhaustivo a su conciencia.

En ese orden de ideas, la evaluación más completa de la formación integral del egresado se encuentra en su ejercicio de la ciudadanía. La ciudadanía, como el rol donde nos reconocemos como parte de una sociedad y contribuimos a su desarrollo a través de dos vías: el qué hacer profesional y el cumplimiento de los derechos y deberes.

Cuando una sociedad expresa pocas o menores dificultades en su camino al desarrollo, hay indicios de ser una sociedad exitosa en su sistema de educación integral. Medida desde las competencias científicas, se puede decir que aprueba a medida que cuenta con fuerza laboral cualificada. Medida desde las competencias socio-humanísticas, se puede decir que aprueba a medida que demuestra tener un conjunto de valores enriquecedores que cohesiona el accionar de los ciudadanos.

A estas alturas, si pensamos en una sociedad caracterizada por la corrupción ya no tendremos que señalar dónde está la falla en formación. Pero si nos queda hacer un pequeño ejercicio sobre nuestro rol en ese imperfecto social.  

A diferencia de la formación científica, la formación socio-humanística no depende solo de las instituciones educativas, también depende de la formación en el núcleo familiar. El ejemplo de un padre que respeta las normas sociales es más impactante en el niño, que la repercusión que pueda tener una cátedra de ética.

Un niño que ha crecido en un ambiente caracterizado por la toma de decisiones a favor propio y no a favor de la sociedad, será un futuro universitario que aprenderá sus lecciones de ética bajo la percepción de que es un discurso que memoriza, pero no práctica. Cuando ese egresado demuestre no ser integral, entonces no será solo responsabilidad de la institución educativa donde se educó; en primera instancia, su entorno social más íntimo deberá someterse a juicio.

Ahora, esto no exime a las instituciones educativas de repensar su formación en ética. Son numerosas las investigaciones en educación superior que claman por dar mayor peso a la formación humana en los currículos. Pero, este vacío no se solventa con una única asignatura con nombre socio-humanístico impactante; la formación humana debe explicar la vida real, esto es… estudiar nuestra sociedad en clase e instar a los estudiantes a apropiarse de dicha realidad y asumir una postura crítica, entendiéndose como sujetos con el poder de modificar el mundo con las pequeñas acciones de su diario vivir.

Al final, encontramos el agente de mayor responsabilidad en la construcción de la sociedad de la corrupción, como falla en la educación integral: el profesional. No es justo decir que la sociedad nos hace corruptos y dejar con esto limpia la conciencia. De hecho, este el primer acto de culpa en cada uno de nosotros como graduados, analizar la práctica de la corrupción como un hecho ajeno que nos victimiza.

Si usted observa con atención, si desde el momento en que recibió su título profesional pensó que ser excelente era aplicar de manera correcta una fórmula, generar un excelente informe o publicar un artículo en una revista científica de renombre; cometió su primer error hacia la integralidad, anuló en su comprensión del profesional su deber de excelencia como ciudadano. Por tanto, es tarea repensarse en este sentido.

También, si se analiza en retrospectiva, tal olvido lo ha llevado a cometer actos propios de la sociedad de la corrupción: la mentira piadosa para no perder una oportunidad, favorecer a sus amigos bajo la supremacía de la amistad sobre el perfil que requiere determinado cargo, no corregir a la mesera que le ha dado cambio de más al pagar el almuerzo en su restaurante favorito. Prácticas que para usted no pueden tener mayor trascendencia - que le aumentan el ego de “la malicia”, pero esas prácticas son el ejemplo que ven los niños a su alrededor y ellos podrían seguir ese ejemplo en el futuro. En ese sentido, usted inconscientemente actúa como educador de la sociedad de la corrupción.

Por último, está la autoformación para las buenas prácticas. Uno no se puede considerar buen ciudadano/profesional si las reflexiones sobre la sociedad de la corrupción recaen sobre el escándalo del momento.  Al menos hay tres frentes en el que usted puede actuar:

  • Conozca su entorno en la sociedad de la corrupción:  De acuerdo con el último informe de Transparencia de la Información y Lucha contra la Corrupción (2016) de Transparencia por Colombia los sectores de Función Pública, Comercio e Industria son los menos débiles en temas de corrupción en el país. En contraste, los más débiles son los sectores de Interior, Agricultura y Desarrollo Rural y, Justicia y Derecho. Sin embargo, todos los sectores del país están permeados por niveles de corrupción y el avance en la lucha es lento.

  • Sea sujeto activo de la Rendición de Cuentas: La corrupción no es un acto que compete únicamente a las altas esferas, la gerencia de las empresas o los altos funcionarios del gobierno no son los únicos corruptos y no pueden solos realizar actos de corrupción. La Rendición de cuentas es una estrategia que permite a todos los niveles organizacionales identificar cómo y quién usa los recursos; infórmese, exíjala y sea parte de ella.

  • Facilite y sea participe del Diálogo Social: El Diálogo social se comprende como aquellos escenarios donde nos encontramos con otros ciudadanos a verificar el uso de los recursos y las necesidades de los territorios para el desarrollo. El voto es el primer mecanismo de participación; sin embargo, las juntas de acción comunal, los espacios de denuncia ciudadana, los presupuestos participativos también fomentan el control social de los recursos.

Negocios, Gestión y Sostenibilidad

12/Jul/2017